Al igual que hice con alguna entrada anterior sobre comer en New York (aquí y aquí), voy a realizar dos o tres más sobre visitas obligadas, que no son todas las que hay que hacer, ni mucho menos, dada la cantidad de cosas que hay que ver en esta gran ciudad.
Uno de los símbolos de New York, junto con el Empire State Building, Times Square o el desaparecido World Trade Center es, sin ninguna duda, la Estatua de la Libertad. Esta visita engloba dos partes bien diferenciadas: por un lado la visita a Liberty Island, lugar en el que se erige la estatua del mismo nombre y una segunda visita a Ellis Island, que comentaré en otro momento.
Liberty island es una pequeño trozo de tierra en el cauce del río Hudson, río que sirve de frontera natural entre los estados de New York y New Jersey. Para llegar a ella hay un servicio de ferrys que salen de Battery Park, en la punta sur de Manhattan, o de Liberty State Park si estás en el lado de New Jersey, y que tras un breve trayecto con unas bonitas vistas si no te nieva como fue nuestro caso, te traslada hasta la isla.
En Battery park, dentro de Castle Clinton, hay un kiosco donde tienes que sacar los tickets para la visita, o presentarte y hacer checking si los has comprado previamente por internet. Esto último es algo, en mi opinión, imprescindible, ya que el mismo día de nuestra visita, a primera hora de la mañana, no había tickets a la venta, el cupo de visitas estaba cubierto. Nosotros los habíamos sacado desde España, con un par de semanas de antelación, y al hacer las reservas se elige día y hora de la visita, así como si quieres visitar también la corona de la estatua, que conlleva un precio adicional pero, en caso de que no lo hagas, te arrepentirás. En este kiosco te piden un carnet con foto para identificarte, que bien te vale el de la biblioteca, pero que si no llevas, no pasas y te quedas sin visita. Esto aquí nos puede parecer extraño porque llevamos el DNI siempre con nosotros, para los americanos, que no tienen este documento identificativo al uso, no es habitual.
El siguiente paso antes de embarcar es superar un control de seguridad similar al de los aeropuertos, con arco detector, rayos x para nuestras pertenencias, etc.
Una vez que el ferry atraca en el embarcadero de LIberty Island, un camino en forma de ele te lleva primero hasta una plaza circular, con la sempiterna bandera del país ondeando, y de ahí hasta el pie de la estatua de la Libertad. Si hemos contratado la visita a la corona, tendremos que pasar un segundo control de seguridad con las mismas exigencias que el anterior. Sí, parecen un poco obsesionados con el tema, lo están, pero te acostumbras.
Y aquí empieza la escalada para subir a la corona. La visita está muy restringida en número de personas diarias que pueden acceder a ella. Al principio las escaleras son anchas, pero poco a poco se van estrechando hasta que llega un punto en que la escalera se transforma en una de caracol en la que, yo al menos, que supero por poco el 1.70, apenas cabía. De hecho no se podrían cruzar en ella dos personas y para evitar esta problemática hay una de subida y otra de bajada. Los ascensores supongo que los tienen para emergencias o, quizá, de adorno, que visten mucho.
Al llegar arriba te encuentras cansado y en una plataforma en la que apenas caben media docena de personas a la vez, pero merece la pena por las espectaculares vistas que vas a disfrutar desde allí. Como comentario particular, yo, todavía no entiendo el motivo por el que saqué la siguiente conclusión, estaba hecho a la idea desde niño, cuando veía películas en las que salía la estatua, que dentro de la corona había un restaurante, y que disfrutabas del paisaje refrescándote con una rica bebida de cola, pero cuando vas subiendo, y ves las dimensiones, y que se estrecha más y más, piensas que, como mucho, encontrarás una máquina de refrescos, que tampoco. Ilusiones de niño.
Después de mirar y admirar las vistas un buen ratito (por suerte el tiempo iba mejorando un poquito) y contemplar el skyline de Manhattan, los puentes sobre el río, el tráfico fluvial, etc., y que los guardas que hay arriba vigilando te tiren un par de fotos, muy amablemente, descenso, más rápido que la subida.
Para finalizar la visita, se puede recorrer un museo que hay en la base de la estatua en el cual te explican la historia, las fases de su construcción y muchas más curiosidades sobre ella, así como admirar diferentes objetos, herramientas que se usaron en su construcción y partes sustituidas a la estatua en las labores de mantenimiento.
En este enlace The New York Times tiene una vista en 3D del interior de la corona bastante chula.
Finalizada la visita, embarcamos otra vez en el ferry con destino a Ellis Island, el centro en el que recibían los agentes de inmigración a principios del siglo XX a los inmigrantes que llegaban de Europa, principalmente italianos e irlandeses, buscando el sueño americano. Pero esta parte del recorrido, que a mi me pareció más interesante incluso que la visita a la estatua, la dejo para la siguiente entrega.
Para finalizar, y recapitulando, unos "consejitos" antes de la visita:
- Saca las entradas previamente por internet con unas semanas de antelación. Ganas en comodidad y posiblemente te ahorrarás el disgusto de quedarte sin hacer la visita. La web oficial te remite aquí para hacer la compra.
- No te olvides llevar un carnet con foto encima. El pasaporte es recomendable dejarlo cuando llegues al hotel en la caja de seguridad de la habitación y no llevarlo encima, si lo pierdes, tendrás problemas muy serios para salir del país de regreso a casa.
- Vas a pasar dos controles de seguridad, no tienes que llevar en el bolsillo la navajita para hacerte el bocadillo de pastrami para el almuerzo, ni nada similar. Relájate y disfruta si te cachean :D
- Creo que es mejor hacer la visita a primera hora de la mañana, cuanto antes, mejor, ya que entre Liberty Island y Ellis Island te ocuparán hasta la hora de comer.
La visita es muy interesante en su conjunto y, repito, imprescindible para el visitante de esa grandiosa ciudad.
Para ver la galería de fotos.
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